Simples cosas

Una tarde de otoño como las que recientemente hemos tenido donde el cielo azul se adorna de blancas y redondeadas nubes, el sol se despliega sobre el follaje verde –intensamente tierno–, y que ha recibido lluvia en plenitud, es la oportunidad que tenemos para ver las simples cosas que nos regala la vida.

Para donde nuestra mirada vaya los colores son vibrantes. Son simples cosas que nos da la vida y sin querer nos llena de gozo.

Una de esas tardes de otoño fui a casa de mi socia y amiga Juanita Guerra. Nos había invitado a comer con un grupo de sus amigos. Las mesas redondas estaban dispuestas en un patio a nivel de su jardín trasero que tenía una espléndida rosaleda. Los colores de las rosas aronizaban con el color verde botella de su espinoso follaje.
Sentaron junto a mi a una mujer que quizás ya tendría más de setenta años, cabellera negra ligeramente ondulada y rostro largo. Sus manos grandes y delgadas, un poco huesudas con sus uñas perfectamente manicuradas y pintadas de un rojo oscuro. A mi otro costado se sentó un dilecto amigo de Juanita y mío: Héctor.

La mujer conversó con nosotros. Su voz un poco grave. Me dijo que era compositora y por supuesto, Héctor que era gran conocedor de la música vernácula mexicana del siglo XX estaba deleitado con ella durante toda la plática que sostuvimos. Héctor quizás era uno de los estudiosos más conocedores de esa música que hizo tan popular a México en el mundo.
Ya en el postre nos mudamos al cuarto de música donde había un piano vertical con una partitura enmarcada y una escultura con las manos de bronce de Agustín Lara. Era el piano del compositor conservaban Amalia y Juanita.

La mujer interpretó un par de piezas de su autoría y concluyó con su más célebre composición: “Bésame mucho”.
Fue el primer y único día que ví a Consuelo Velázquez en persona. A Héctor Madera Ferrón lo continúe frecuentando hasta unas semanas previas a su trágico desenlace que habré de narrar en otra ocasión.

Una espléndida comida, la amena e interesante conversación y el aderezo musical del final habían convertido las simples cosas de una bella tarde otoñal en un imborrable recuerdo.

Los recuerdos se componen de imágenes, palabras y sonidos que uno atesora en medio del enjambre neuronal que es nuestro cerebro (encéfalo).
Pero la frecuencia vibratoria de la memoria nos permite replicar esos momentos y recrearlos en algo etéreo que nadie puede ubicar físicamente pero que todos estamos convencidos de tenerlo. Es un privilgio poder recordar los episodios que nos dejan huella.

Los recuerdos son capítulos de nuestro gran libro que es la vida. Y son esas cosas simples que se dan sin querer y que son las que nos permiten convivir con amigos, familiares o recién conocidos, las que nos remiten a poder recrear esos fugaces momentos.
Quizás sin el cielo azul, las florecientes rosas, los verdes intensos del follaje y la otoñal caricia del sol, quizás, nuestra memoria olvidaría esos recuerdos y a esas personas.

 

 

 

 

 

 

Foto de Consuelo Velçázquez: La Jornada / Fotógrafo: A. Izunza
Foto de Héctor Madera Ferrón (W Radio)
Fotos: La Jornada y W radio

Cuando el destino nos alcance

En 1973 se estrenó una película del género de ciencia ficción / suspenso que puede ser catalogada por el sub-género de apocalíptica. Dirigida por Richard Fleischer, estelarizadas por Charlton Heston, Edward G. Robinson y Leigh Taylor Young. El guión es una adaptación de la novela de Harry Harrison: Make Room! Make Room (1966).

Se intituló en inglés como Soylent Green y en español se le llamó “Cuando el destino nos alcance”.

El film planteaba la sobrepoblación, contaminación, sobreindustrialización y el efecto de calentamiento global (efecto invernadero) por lo que se habían diseñado los métodos represivos que tenían los gobiernos para eliminar masivamente la población depauperada, desempleados y “de la calle” convirtiéndolos en un ingrediente para elaborar un complemento alimenticio verde que comercializaba una corporación y se suministraba a la población de altos ingresos económicos.

Las imágenes de las masas humanas que huyen de las motoconformadoras que los atrapan son impactantes. Tan impresionantes como ver el éxodo masivo de de inmigrantes que recientemente aconteció entre África y Europa, o lo que apenas unos días se está dando con los hondureños en la frontera sur de México y que pretenden ir hacia los Estados Unidos de Norteamérica.

AFP.

 

 

 

 

(Fotografía AFP)

En 2004 las principales enfermedades a nivel mundial eran Infecciones respiratorias como la Influenza y los distintos tipos de gripe (1), enfermedades gastrointestnales como la diarrea (2), los deórdenes depresivos unipolares (3), Enfermedades cardiacas como la isquemia (4), el virus del HIV/SIDA (5) o los accidentes cerebrovasculares (6) entre otros.

Pero para 2030 todos estos padecimientos cambiarán su jerarquía y tendremos:

  1. Depresión unipolar como la enfermedad más importante.
  2. Enfermedades cardiacas (isquemia)
  3. Accidentes automovilísticos
  4. Accidentes cerebrovasculares
  5. EPOC (enfermedad obstructiuva crónica

Para agregar la lista de enfermedades en México tendremos la Obesidad, Diabetes mellitus y las diversas formas de cáncer (de mama, cervicouterino y próstata) aunado al envejecimiento poblacional.

Si observamos con cuidado lo que se nos avecina es precisamente producto de un gran descuido de la salud pública que se ha dado gracias al canibalismo económico (nombre original del análisis del sistema económico que realizó el argelino Jacques Attali en uno de sus libros) y que es la semilla del neoliberalismo que nuestro país inició con el sexenio de Miguel de la Madrid y se consolidó con el maximato de Carlos Salinas de Gortari que está agonizando el próximo mes de noviembre de 2018 con su alumno EPN.

Muy pocos ricos, inmensamente ricos, endeudar a la clase media para que obedientemente viva en el miedo de no poder subsistir a sus compromisos económicos y una gigantesca masa de pobres que vivan de la “solidaridad” de los programas asistenciales, con educación de quinta, afectos a la corrupción de forma pasiva y como mano de obra barata. ¿Les suena algo conocido?

Entre las metas globales para una vida sustentable que se tienen para la presente década son:

  1. Eliminar la pobreza
  2. Eliminar la hambruna
  3. Lograr buenos niveles de salud
  4. Educación de calidad
  5. Equidad de género
  6. Agua limpia y manejo adecuado del drenaje

Como podemos darnos cuenta, el destino ya nos llegó antes de la fecha estimada.

Ahora, la tarea que debemos hacer en nuestro bello país es trabajar para reconstruir lo que hemos dañado y construir las bases para un mejor futuro. AUnque parezca apocalíptico tenemos la capacidad y el ingenio para remontar el desafío:

  1. Contribuyendo a la educación en todas nuestras intervenciones humanas.
  2. Cuidando fomentar la salud preventiva con las personas que convivimos.
  3. Inculcando el respeto y la equidad de género que incluya además de las mujeres a los niños, ancianos y las distintas preferencias sexuales.
  4. Cuidando nuestro consumo de agua, fomentando el ahorro del vital líquido, dejando de consumir y desechando los envases de bebidas embotelladas, rescatando nuestros lagos, ríos, arroyos y playas
  5. Reforestando con inteligencia sembrando las especies endémicas de la zona, asegurándonos que esos árboles sobrevivan y no a tontas y locas.
  6. Sembrando flores y plantas que atraigan a las abejas (en grave peligro de extinción) y aves como los colibríes para que las cadenas alimenticias rotas se vayan reconstruyendo a través de la polinización.

Cada uno de nosotros puede ayudar y contribuir a resolverlo aplicándonos en nuestro pequeño círculo donde interactuemos.

 

 

 

Alegría

Un día tenía que tomar unas fotografías de una mujer que tuviera unos 70 años. Era para un medicamento que ayuda a la irrigación cerebral lo que contribuye a evitar la pérdida de la memoria en la edad avanzada.

Mi colega Emma Prieto de Baca me presentó a Piliar Claudin de Pérez quien amabemente aceptó ayudarme como modelo. Vivía fente a los Viveros de Coyoacán y una mañana húmeda y media brumosa pasé por ella.
Era una mujer bajita de estatura, con su cabello plateado, unos ojos traviesos y bella sonrisa.

Desde que la vi sentí que era una mujer que transmitía alegría.
Ya en el auto, empezamos a platicar y aunque llevaba muchos años viviendo en México se le notaba su origen Español. Ya era viuda y tenía dos hijos varones. Mujer culta y de formidable plática.

Fuimos al Parque Hundido y compré unos globos para la sesión fotográfica. En la toma fotográfica ella estaría viendo hacia los globos, jugueteando con ellos y su desempeño fue formidable.
Nunca antes había modelado. Con asombrosa naturalidad tomamos las fotos. Bromeba y reíamos como si fuésemos niños.

La alegría desbordaba más allá de su rostro. Era como una energía invisible que se proyectaba a su alrededor. Varios de los paseantes detenía su paso para observarla y se transformaban en personas que irradiaban alegría.

La alegría es un estado de ánimo, un sentimiento que proyecta una persona hacia el exterior. El término viene del latín alicer o alicecris un sentimiento grato que se manifiesta con signos exteriores a la persona. Pilar era un bellísimo ejemplo de ésa exteriorización de la felicidad.

Le comenté que me asombraba la gran dósis de alegría que proyectaba. Platicamos también del término alegría y de las semillas de amaranto que en México las conocemos como alegría y que con ellas se fabrican dulces en forma de barras compactadas y que según se dice poseen excelentes valores nutricionales.
Me comentó que la alegría es un valioso equipaje que nos regala la vida y que generalmente las personas no lo sabemos aprovechar.
Si cada uno de nosotros iniciamos el día con una saludable dósis de alegría podemos enfrentar los momentos difíciles o críticos que naturalmente se pueden dar, además de que con la alegría puedes remontar los obstáculos.

Esos instantes gozosos de platicar y reír estaban por concluir cuando íbamos de regreso hacia su casa. Fue cuando me platicó la razón por la que ella había trabajado la alegría como parte fundamental de su vida.

Después de su narración biográfica llegué a la conclusión de que:
“La mejor forma de generar energía positiva en tu vida es a través de la alegría”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pilar Claudín nació en el poblado de Viñegra, provincia de Ávila (España). Estuvo veinte años en la prisión de la dictadura Franquista. Condenada a muerte. A las tres de la mañana de cada uno de esos veinte años la sacaban de su celda y la llevaban a un patio para fusilarla. Un sacerdote se le acercaba para darle la bendición antes de que muriera. El escuadrón de fusilamiento se colocaba en posición y quien los comandaba ordenaba que disparasen.

Los gatillos metálicos sonaban con sus chasquidos pero los rifles no tenían balas. Esa fue una de las muchas torturas que tuvo que sobreponerse Pily.

Mariángeles Comesaña (1) logró hacerle una entrevista, misma que aparentemente se convirtió en un libro inédito y donde describe: «Pilar era una mujer que desde los 15 años militó políticamente con una sensibilidad fuera de serie. Sus antenas estuvieron siempre puestas en la mirada de lo que hacían las mujeres en favor del género y desde luego de su entorno»… «me habló mucho del significado que para ella tuvieron los gritos, los ruidos, la respiración de las otras reclusas muro de por medio y el temor que les infundía escuchar las llaves del guardia civil de turno que caminaba por los pasillos. Me contó que, sentada en el piso de su celda, se concentraba en escuchar lo que ocurría en una plaza cercana a la cárcel, oía al periodiquero desde las cinco de la mañana, cerraba los ojos y se iba con el que repartía diarios; por la tarde, con esa necesidad que le cubría la imaginación, regresaba con el vendedor de diarios y de alguna forma con él se retiraba cuando aquel se iba a descansar. Así hizo mucho tiempo para ‘ver’ esa luz que se le había cerrado a causa del franquismo».

Así, Pilar Claudín descubrió la fortaleza de la alegría para sobrevivir.

Al corresponsal en España de La Jornada, Armando G. Tejeda, en un homenaje que le hicieron en Barcelona, le narró que: «Al salir de la cárcel me tuve que ir del país, ya que permanentemente tenía citatorios para que me presentara, pues salí en libertad condicional”.

Antes de huir de España se casaría con Antonio Pérez García, y gracias a las gestiones del Gral. Lázaro Cárdenas lograron venir como refugiados a México

Antonio Pérez García, fue conocido aquí en México bajo el nombre de Mario Zapata, seudónimo con el que realizó trabajos para el periódico El Día y Canal 11. Antonio Pérez/Mario Zapata falleció en 1980.
«Ni la pérdida de su esposo la detuvo”. Para ella la pérdida de Antonio fue peor que los veinte años de cárcel. Y aún así consiguió sobreponerse».

La alegría de Pilar Claudin fue el mejor antidoto del sufrimiento.

Lo que más me sorprende de muchos de nosotros que poseemos salud y gozamos de libertad es nuestra compulsión por ser infelices cuando podemos seguir el ejemplo de esta mujer que ante la adversidad supo irradiar permanentemente alegría.

(1) La Jornada.
(2) Foto de La Jornada Virtual
Nota: Lamentablemente no encuentro las fitos que tomé y que me encantaría podeérselas compartir. Si las encuentro se las mostraré en otra ocasión.

 

Visitar a un Ángel

En muchas de las recámaras de los niños católicos colocaban una imagen de un ángel que va protegiendo a unos pequeños para cruzar un puente colgante desvencijado. Hay miles de esculturas, ilustraciones y esculturas con el mismo tema de los ángeles protectores.

Para muchos, los ángeles existen y para otros no. Sin embargo, yo he tenido la oportunidad de haber contado con la protección de 3 ángeles en mi infancia y posteriormente otros en mi juventud.

La semana que termina he tenido el privilegio de re-encontrarme con dos de mis ángeles de infancia. Una de ellas celebraba su cumpleaños 85 y me honró con invitarme a su fiesta de cumpleaños. Ella es Cármen Arias del Castillo y de quien escribiré en otra ocasión.

Acontece que en una cálida fiesta para celebrarle departimos y donde coincidentalmente su hija Mónica celebraba también su cumpleaños. Hacía mucho tiempo que no iba por ése rumbo que fue donde pasé los días felices de la infancia. De pronto, Mónica me presentó con dos amigas que resultaron ser Marisela y Mariu Vélez, amigas de la infancia e integrantes de la pandilla de niños con los que convivimos esos memorables años.

En el recuento de las anécdotas surgió el nombre de otro de mis ángeles: Meche López. Les dije que yo quería ir a visitarla porque deseaba darle las gracias por su maravillosa presencia en mi vida. Quedamos de ir el pasado miércoles a su casa que está a un par de cuadras de donde celebrábamos. Hicimos la cita y fuimos.

Postrada en su cama, cubierta por un cobertor pero con una extraordinaria lucidez nos recibió. Le dio mucho gusto ver a las tres ex-niñas que me acompañaban y de pronto me identificó con mucho cariño. Nos abrazamos con ternura.

–¡Qué gusto de verlos!—nos dijo con su trémula voz– Me apena recibirlos en estas condiciones pero llevo un año mal desde que me operaron un tumor y ahora me detectaron otro por lo con ésta es la enfermedad terminal y a mis 90 años ya no tengo fuerzas para nada.

Me miró con sus inquietos ojos, sonrió y me dijo que siempre se acordaba de nosotros.

Yo le dije que por muchos años había estado deseando éste encuentro y que necesitaba darle las gracias por haberme apoyado tanto cuando yo era niño.

Rememoramos la historia:

Unas vacaciones de mayo, cuando tendría yo diez años, estábamos aburridos un grupo de amigos en la sala de la casa sin saber en qué entretenernos. La colonia residencial donde vivíamos era una especie de insula bordeada de barrancas boscosas y cuyo único acceso era una peligrosa carretera de alta velocidad.

Curioseando en el librero descubrí una publicación que decía “Cómo hacer mejores películas” y que además de tratar los básicos ejemplificaba varios trucos que se podían hacer en cine casero. Salté del sofá, fui al closet de mis padres y por fortuna además de la cámara de cine había un par de películas vírgenes.

Organicé a los amigos y produjimos nuestra primer película.Una vez revelada, una tarde, anuncié con bombo y platillo su estreno en la sala de mi casa.

Nos juntamos cerca de los 60 niños que formaríamos la futura pandilla de Bezares. Después de la función, el piso de mármol quedó enlodado de salpicaduras de refrescos, chicles y restos de palomitas. Mis padres llegaron y se enfurecieron del caos en que había quedado mi casa. La orden fue fulminante: Prohibido hacer funciones de cine.

La alegría se tornó en una frustrante tristeza. A los pocos días llegaron Alex y Giby López y me dijeron que fuera a su casa porque Meche, su mamá, quería verme. Fuimos y la mamá me recibió en una salita, después de saludarme, me dijo:

–Me enteré que te han prohibido hacer funciones de cine.

A lo que asentí.

Acto seguido mandó llamar a sus sirvientas y estando todos frente a ella me extendió un duplicado de una llave de una puerta de servicio que tenía al extremo del jardín.

–Toma, me dijo,–con esta llave puedes entrar y acceder a la sala de juegos que tenemos en el desnivel. De ahora en adelante será tu cine donde puedes proyectar tus películas.

Y volteando a ver a sus muchachas les dijo: “Ya saben, Juanito estará viniendo con todos los niños y ahí tendrán su cine. Les pido que al terminar cada función, les ayuden a limpiar el salón”.

Ahí nació nuestro “Cine Olímpico” que aglutinaría a la mayor parte de los niños y niñas de la colonia. Teníamos dulcería y la pandilla trabajaba en equipo: unos eran actores, otros vendían los dulces y palomitas, Walterio Pesqueira componía la música que grabábamos en un cassette y la otra gran mayoría de los chicos eran espectadores.

Filmamos 20 películitas de pequeño formato y adicionamos a nuestra cartelera –gracias a otro de mis ángeles–, una programación semanal de lujo.

Ese ángel fue Don Manuel del Castillo, papá de Mónica, quien nos prestó un proyector de 16 mm con sonido incluido. Don Manuel nos prestaba las series de televisión próximas a estrenarse ya que trabajaba en la Dirección de cinematografía y a la vez en la televisora.

Los viernes en las tardes teníamos función con un servicio especial de pasar a recoger a los más chiquitines a sus domicilios, llevarlos al cine y regresarlos en nuestros “wagons” (carritos de cuatro ruedas que jalábamos). Todo el servicio por un cargo extra al boleto de entrada a la función. Fue un negocio muy productivo cuyas ganancias las reinvertíamos en filmar las películas. Los sábados alternábamos otras funciones con múltiples actividades deportivas, lúdicas o culturales que fuimos inventando.

Gracias a los ángeles protectores habíamos construido la infancia más apasionante que alguien pudiera imaginar.

Ahora me ha tocado el turno de ir a visitar a un ángel, a Meche, consciente de que está en la sala de espera para el gran viaje.

Con impresionante tranquilidad nos dijo:

“Ya les pedí a los médicos que suspendieran las quimioterapias, que no quiero ir a ningún hospital, que todas esas medicinas ya no vienen al caso. Ya casi no puedo comer. Estoy extremadamente flaca y sin fuerzas. Pero la balanza de mi vida se inclina hacia un recuento de gran felicidad y estoy lista para irme.”

Y les digo a uds. Amigos mios: “Los ángeles sí existen. No tienen plumas. Son de carne y hueso, son simples mortales pero que se aparecen de súbito en tu vida, te protegen, te ayudan y te marcan con indeleble huella en tu corazón-memoria”.