La Salud y las Plantas

Se dice que México es uno de los principales países cuya riqueza es su gran biodiversidad. Pero también es uno de los países que más rápidamente está deforestando y destruyendo su riqueza natural.
 
Antes, para ir a Puebla se pasaba por una hermosa llanura de pastizales y hatos ganaderos. Era Chalco, hoy es un lodazal de viviendas de autoconstrucción, drenajes a cielo abierto y depósitis de basura o chatarra. De Querétaro rumbo a Irapuato o lo que era Cuautitlán y Tepotzotlán, se repetían las bellas escenas de campos cultivados, ranchos lecheros pero como los terrenos eran planos, facilitaba la urbanización y los depredadores inmobiliarios los han sembrado de inmensas superficies de casas minúsculas de interés social donde viven hacinados los nuevos pobladores. Estrés y neurosis familiar se adquieren en abonos chiquitos.
 
La salud tanto física como mental depende en gran medida de nuestra interrelación con las plantas. Desde el patio casero donde antes las mujeres sembraban su manzanilla, epazote, menta, yerbabuena, ruda, etc. y que lo hacían en botecitos de hojalata (leche Nido, Milo, Choco Milk o de conservas) hasta las llamadas plantas medicinales que se expendían en los mercados y que destacaba el más célebre de ellos: el mercado de Sonora.
 
Las raíces ancestrales del uso medicinal de las plantas data desde nuestros primeros pobladores y la biodiversidad del país permitió que fuera muy abundante su uso. Sobra decir que la mayoría de los modernos medicamentos tienen sus orígenes en las plantas medicinales. Evidentemente, el sureste mexicano es el emtorno más rico en vegetación y las grandes civilizaciones como la de los Mayas hicieron un uso intensivo de la herbolaria para el mantenimiento de la salud de sus habitantes. Usaron las plantas como remedios o como simples proveedoras de esencias aromáticas y de higiene.
 
Por ejemplo, los anticonceptivos modernos tienen su origen en el barbasco que se cultivaba en las selvas húmedas, especialmente Tabasco, y que era útil para el control natal. Los laboratorios SYNTEX fueron los pioneros en aprovechar esa experiencia ancestral.
 
La UNAM otros centros de estudio e inclusive empresas trasnacionales han estado por décadas tratando de recuperar la gran tradición medicinal de la herbolaria mexicana.
 
Aún llegamos a ver mujeres indígenas que usan sus chiqueadores para la migraña o el clavo para reducir el dolor de muelas. Las ricas fórmulas de tés y bálsamos, se han ido perdiendo con la llegada de la civilización occidentalizada, sin embargo, el rescatarlas constituye un gran tesoro para la salud de la humanidad. Una insospechada sorpresa es el visitar la Farmacia Paris en el centro de la ciudad de México y conocer la sección que tienen de farmacia prehispánica.
 
Hojas, flores, raíces, tubérculos, frutos, semillas o plantas, todos poseen sus propias cualidades y a veces combinadas logran una mayor sinergia. Lo importante de todos estos ingredientes es conocer sus características, sus formas de preparación, las cantidades adecuadas y hasta las épocas en que fueron cosechadas.
 
Mi padre que era un entusiasta y ávido estudioso de nuestro país, amén de ser médico de profesión y haberse formado en la época en que la facultad de medicina impartía materias como las llamadas “Fórmulas magistrales” nos contaba de la existencia de una planta que era el remedio de por vida para curar el alcoholismo. Conocido como el “Zapatito de la Virgen”, esta planta difícilmente se conseguía solo en tierra caliente y en los campos santos. Un chamán se la enseñó y decían que dependía su efecto curativo si la temporada de lluvias fue abundante o escasa lo que influía en la dosis y efectos curativos de la planta. Dependiendo del clima y la cantidad en uso podía ser mortal. Pero si era de la cosecha y se suministraba en la cantidad adecuada se podía preparar una infusión que se le daba de beber al borracho y en una semana tendría una natural aversión hacia el alcohol e inclusive –con solo olerlo–, le provocaría fuertes vómitos.
 
Se sabe que el asma se reduce con la preparación de un té conocido como “Epazote de Zorrillo” dado que a la hora de hervirlo despide un desagradable olor similar al orin de zorrillo y si el paciente no le presta atención a la preparación podrá constatar que al ingerirlo al paladar no le resulta desagradable ni de sabor u olor pero le mitiga gradualmente la terrible asma. Este epazote se le encuentra en forma silvestre en las bardas de adobe y en los tejados de las viviendas campiranas o se consigue en algunos mercados.
 
La estrecha interrelación de las plantas con nuestra salud es un legado milenario que solo se podrá salvar si cambiamos nuestra forma de vincularnos con la naturaleza, por lo que apoyemos la reforestación inteligente y no las absurdas prácticas que hacen ciertas empresas o grupos sociales que reforestan con plantas y árboles de especies no endémicas y sin ningún sustento académico.
 
Cuidar la fertilidad de nuestra tierra es garantizar la existencia de las especies naturales de flora y fauna que contribuyen al equilibrio de nuestras vidas. El uso inteligente y ordenado de nuestras fuentes de biodiversidad contribuirá a rescatar el enorme potencial que como país y como planeta tenemos.
 
Iniciemos la cultura de la vida conociendo y admirando el legado de sabiduría que se nos ha heredado.

 

 

 

 

 

 

 

60 mil al día pero…9 de cada 10

Seguramente muchos de nosotros cuando éramos niños despertábamos a media moche, en la oscuridad de nuestra recámara y llamábamos a nuestros padres con un grito angustioso:

¡Tengo miedo!

Sentíamos una opresión en el pecho, habíamos tenido una pesadilla y hubieron ciertas etapas o edades en que manifestábamos tener más miedo. Algunos hasta tenían miedo de la oscuridad otros al lobo o al señor del costal o a los fantasmas.

El miedo es algo natural en la vida de los humanos y posiblemente en todos los seres vivos.

Tenemos dos tipos de miedo: el llamadp miedo INSTINTIVO que es un miedo propio como reacción ante las agresiones y que es un miedo real encaminado a salvar la vida. El otro miedo es el ILUSORIO o imaginado y es el que lo fabricamos con nuestra propia mente.

A mi nunca me ha mordido un perro, sin embargo, de pequeño le tenía terror a los perros. Si los veía a un kilómetro de distancia, buscaba algunode los postes telefónicos que había en la calle y que tenían una especie de escalerillas por las que me trepaba en ellos o en los árboles o corría encerrándome en un auto o habitación. No podía explicarme porqué les tenía miedo a los canes. Ya de adulto, me enfrente al problema y compré a una perra entrenada que era campeona de guardia y protección con la que aprendía avencer mi miedo y descubrir que el pánico lo fabricaba en mi mente.

El miedo nos acompaña en todas las etapas de la vida. En la adolescencia le tienes miedo a un exámen o miedo de que la persona a la que le quieres declararle tu amor te vaya a rechazar.

Muchos vivimos toda la vida con miedo a no ser aceptados por los otros, miedo al fracaso, miedo a quedarnos sin trabajo o sin dinero y no podemos olvidar los miedos que nos meten las compañías de seguros, sobre las enfermedades, los miedos religiosos e inclusive miedos políticos que nos tratan de meter en nuestra mente.

Del miedo podemos pasar al pánico. La etimología del término viene del dios mitológico conocido como Pan que era un dios de voz grave que espantaba a la gente en los caminos e inclusive llegaba a matarlos y de ahí que se le denominara a ése tipo de miedo como PÁNICO.

En nuestra vida hacemos muchos sacrificios por miedo y sin embargo las películas más taquilleras son las de historias de miedo, las cuales gozamos enormemente.

A mis amigos de la infancia les habían metido miedo de que después de comer no debían nadar. Sus padres les prohibían nadar durante 3 horas después de ingerir alimentos porque les vaticinaban que morirían. En cambio, mi padre que era médico nos dejaba nadar inmediatamente y decía que ésa recomendación no tenía justificante científico a menos de que la persona hubiese ingerido demasiado alcohol. Nadábamos felizmente y nunca nos morimos por ello. Mis amigos perdieron muchas horas de felicidad por el miedo inducido sin razón.

Y es que el miedo es nuestro eterno enemigo que nos impide vivir felizmente.

Para ser felices debemos estar libres de los miedos, alejarnos de la inseguridad latente que representan nuestros miedos interiores y erradicar las famosas “culpas” imbuídas en nuestros entornos.

Los pensamientos de nuestra mente son como las películas e imágenes que se proyectan en una pantalla de plasma o televisor. Si proyectamos miedos nos atrapamos en la angustia que provoca el mismo y tendremos la incapacidad de gozar de la libertad de ser felices.

Una de las personas que más he amado en mi vida me apodó “Juan libre” y se quejaba de que yo pretendiera vivir con libertad, de una forma simple, sencilla sin complicaciones. Nuestra relación no duró porque la libertad y la felicidad no pueden convivir con el miedo y la inseguridad.

Al día, nuestra mente genera 60 mil pensamientos, voluntarios e involuntarios, racionales e irrcionales.

Se considera que el 95% de ésos 60 mil pensamientos son pensamientos involuntarios, es decir, que nos brotan en la mente sin querer y sólo 5% son voluntarios producto de nuestro raciocinio.

Y lo más grave: es que de cada 10 pensmientos que tenemos, 9 son pensamientos negativos y solo uno es positivo.

Eso explica el clima de infelicidad que la mayoría de las personas padecemos.

Eso nos hace reflexionar que muchos vivimos persiguiendo una supuesta zanahoria que es la felicidad sin darnos cuenta que la felicidad es la compañera que debemos tener a cada instante de nuestras vidas, la felicidad que estará presente junto a nosotros siempre y cuando en nuestra mente pensemos de forma positiva y no permitamos que los miedos nos alejen de la dicha de vivir.

Los miedos nos matan la capacidad de ser libres y felices.

Cielito Lindo

¿Quién no ha escuchado ésta canción siendo mexicano?

Era una tarde de abril en Cuzco, Perú. Había organizado ése viaje con la ayuda de unas revistas del National Geographic, la ignorancia de las agencias de viajes que finalmente no supieron armarme el viaje y mi entusiasmo contagioso que terminó con que se apuntaran a viajar conmigo una amiga de la escuela y un amigo vecino mío.

Los dos decidieron unirse a mi periplo.

Estábamos en una céntrica tienda de artesanías comprando los típicos souvenirs cuando ya caía la tarde. La dueña de la tienda muy apenada nos comunicó que tendríamos que pasar la noche dentro de la tienda porque ya había iniciado el toque de queda.

–¿Toque de queda?–, inquirimos con sorpresa. Los pocos días que llevábamos viajando en Perú no nos habíamos percatado de ello.

Había cosas que nos llamaban la atención como el mercado negro de dólares, la discriminación racial hacia los indígenes (cholos), etc.

El viaje estaba planeado para estar casi 30 días recorriendo todo el Perú.

Nos horrorizó la idea de que hubiese toque de queda y tuviésemos que pasar la noche encerrados en una tienda.

–¿No hay manera de que vayamos al hotel?–, le preguntamos.

A lo que respondió: “No, correrían peligro de que les dispararan”.

Estábamos en el umbral de la tienda consternados cuando en ése momento pasaba un compacto grupo de soldados patrullando la calle.

Les llamamos y les dijimos que éramos turistas mexicanos y que queríamos irnos a nuestro hotel.

En ésa época ser mexicano en sudamérica era muy atractivo para la población y especialmente para los peruanos. Lo habíamos descubierto poco a poco ya que en la radio de la mañana y en los restaurantes tocaban música mexicana a eso de las 7 u 8 a.m.

Era comun que te preguntaran si conocías al Chavo del 8, Mauricio Garcés, Cantinflas o a Pedro Infante. Algunos manifestaban fascinación por viajar a México y conocer Cuernavaca o Acapulco.

El militar que encabezaba el grupo de soldados nos dijo con voz muy seca: “¡Hay toque de queda hasta mañana a las 6 de la mañana!”
Lo único que se me ocurrió fue decirles: ¿Y por qué no nos escoltan a hotel?

Se notó que nadie se los había pedido antes. Quedaron perplejos mirándose unos a los otros.

Uno de ellos dijo: “Si son mexicanos, saben cantar y si nos cantan unas canciones, pedimos permiso para que los escoltemos a su hotel”.

Nos invadió la angustia ya que ninguno de los tres sabíamos cantar y difícilmente recordábamos canciones mexicanas.

Una súbita inspiración nos permitió organizarnos y a duras penas entonamos “Cielito lindo”.

Los soldados se empezaron a transformar. Veíamos que sus rostros adustos se tornaban más amables.

–¡Otra!–, dijo el oficial.

Y que nos soltamos a cantar “La adelita”.

El que iba al mando, llamó por la rqadio y finalmente ordenó que nos llevarían escoltándonos hasta el hotel.

Nos despedimos de la dueña de la tienda y nos fuimos repitiendo las estrofas de “Adelita”, “Cielito lindo” y cuando el precario repertorio que parecía agotarse por lo que optamos cantarles el Himno Nacional Mexicano.

Los soldados iban muy quitados de la pena y mientras avanzábamos hacia el hotel, casi al llegarnos pidieron una canción más.

Me acordé de la canción que canté en primero de primaria. Era de Cri-Cri. Un poutpurri de la Marcha de las letras, la Patita y el Chorrito.

Los militares estaban fascinados escuchando: “al general ordenando que ahí venía la A con sus dos patotas muy abiertas al marchar y luego la E…”.

Les ganaba la risa con el chorrito que se hacía grandote y se hacía chiquito.

Despidiéndose de nosotros, uno de ellos nos pidió que le repitiéramos la letra de “Cielito lindo”. Confesó que andaba enamorado e iba a ver a su novia al día siguiente y se la quería cantar. Curiosamente su novia tenía un lunar junto a la boca.

Mi amiga, tomó un trozo de papel y se lo escribió.

Dimos las gracias. Se fueron los soldados marchando por la calle empedrada y se oía suavemente la voz del soldado que con una torpe lectura entonaba:

“Ése lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca…”

Telarañas

Un amigo muy querido explica que los seres humanos al igual que las arañas vamos tejiendo una fina red de relaciones que nos dan soporte y permiten interactuar en la vida.  Señala –con gran precisión– que si a una teñaraña le quitas un punto de apoyo de su intrincada red, toda la estructura se desequilibra.

En el caso de las arañas, el arácnido se moviliza de inmediato ante la crisis y acude presuroso a repararla. A menos de que sea insalvable la estructura, la araña deberá empezar de cero pero si lo puede reparar lo hará con magistral rapidez.  La telaraña es su hogar, su vida, su forma de alimentarse y darle sustento a los suyos.

Los humanos tenemos también nuestra propia red y determinadas personas son nuestro punto de apoyo. En las situaciones críticas que tenemos que enfrentar en la vida afortunadamente contamos con esas personas clave. No es fácil para muchos recuperar el tejido dañado y en cierta forma le podemos equiparar a nuestra propia capacidad de recuperar el equilibrio. A esa facultad le llamamos: Resiliencia. Varía de persona a persona y es una capacidad de volver a un sano equilibrio.

Sin embargo, existen otro tipo de telarañas que poseemos. Son las telarañas de la mente. A diferencia de las anteriores, las telarañas mentales son los aspectos negativos que vamos acumulando y tejiendo en nuestra cabeza. Se nos inculcan algunas de éstas telarañas desde pequeños y lo más lamentable es que muchas telarañas son las que construimos nosotros mismos con nuestros propios miedos, fobias, percepciones erróneas, prejuicios y un sin fin de elemntos negativos.

Las telarañas mentales nublan nuestra capacidad de razonar, comprender y armonizar con los otros. Nos violentan a la menor provocación ydestruyen las relaciones que fuimos construyendo con mucho esfuerzo.

La única forma de limpiar nuestro habitáculo craneano es a partir de tomar conciencia del problema que hemos tejido y hacer un serio proceso de autocrítica, de trabajo interior y desempolvar todos esos elementos basura que hemos acumulado a lo largo del tiempo, por gusto, por necesidad o porque se nos impusieron.

Noches de Fiebre

Seguramente tu que estas leyendo este texto coincides conmigo que cuando siendo niño y a media noche te debates con fiebre, no hay mejor bálsamo que el sentir la amorosa compañía de tu madre.

La mamá es quizás la persona más cercana en nuestros momentos de enfermedad y en retrospectiva siempre vienen a nuestra memoria los tiernos cuidados que recibimos de ella:

Las noches de fiebre se iluminan de tranquilidad cuando se enciende la luz de tu habitación y con una suave dulzura tu madre te toca la frente y te dice:

–Parece que tienes fiebre…

Después te coloca el termómetro y comprueba lo que con su palma de la mano e intuición de madre ha pronosticado.  Te descubre las cobijas y en ocasiones te quita la pijama para paliar el calor. Quizás te pone telas humedas en el cuello y en la frente mientras te trae el medicamento.  Casi como súplica te pide que tragues la tableta (si ya estás en edad de tragar) o hace caer las gotitas de la medicina en un vasito y así te ayudará a bajar la fiebre.

Pasada la angustiosa zozobra de bajar la temperatura, viene la calma.

Esa voz de ternura que posee toda madre te arrulla y quizás ella velará junto a tu cama toda la noche para que a la mañana siguiente –antes de llevarte al médico–, te sirva en la cama tu desayuno favorito, o si tu problema es estomacal, te estará hidratando con el infaltable “sidral”, el refresco de manzana que es un ícono de los remedios caseros.

¿Quién no ha vivido ésta experiencia donde Mamá es el personaje fundamental de nuestras noches de fiebre?

Y ahora de adultos ¿Quién no añora la presencia de su madre en los momentos de dolor o enfermedad?

La fiebre es un mecanismo de protección del propio organismo que hasta cierto punto contribuye a recuperar el equilibrio (homeostasis), sin embargo cuando los episodios de fiebre exceden los límites es necesario controlarla para evitar daños más graves.

La casi fatal ocurrencia de que siempre los episodios febriles son en las noches. La noche se convierte literalmente en un infierno.

Quienes acompañan a la persona con fiebre siempre tienen una sensación de angustia y desesperación al observar el termómetro que alcanza niveles altos que ponen en peligro a quien lo está padeciendo aunado a requerir la necesaria paciencia por esperar a que “baje la fiebre”.

Por varios años trabajamos en la difusión informativa de un medicamento para controlar y bajar la fiebre. Evidentemente se aprende mucho cuando uno maneja temas o productos específicos. En el ir y venir de entrevistas, redacción de textos y conferencias sobre el tema de los antipiréticos, surge siempre el importante referente de la mamá cuidando al pequeño con fiebre y refleja los episodios emocionales que la mayoría de las personas guardamos en nuestra memoria.

Los que no tuvieron el privilegio de contar con una mamá en casa, a lo mejor fue la abuela, la tía o el propio papá quién es recordado con gratitud. Pero invariablemente cuando vemos menguada nuestra salud siempre deseamos que fuera posible contar a nuestro lado con ése bondadoso ser que nos acompañaba en las noches de fiebre cuando éramos niños o adolescentes.