Inmigración y esquizofrenia: Efecto Trump

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Si piensan que voy a darles argumentos para señalar alguna patología mental de Trump, no se hagan ilusiones.

Se trata de cómo la cultura contribuye a enmascarar a la esquizofrenia. Como todos sabemos, la esquizofrenia se define como un grupo de enfermedades mentales muy complejas que se caracterizan por alucinaciones, pérdida del contacto con la realidad y alteraciones de la personalidad. Sus causas son muy debatibles y sin embargo los atribuyen a un origen genético. Se presenta con ansiedad, depresión y pensamientos suicidas.

La argumentación de que la cultura enmascara a la esquizofrenia la basan los expertos en una serie de investigaciones entre las que se encuentra en el estudio comparativo del Rey Luis II de Baviera, conocido como Ludwig y que se rodeó de cultura, construyó los más hermosos castillos y financió al compositor Richard Wagner, a pesar de padecer esquizofrenia leve. En cambio su hermano Otto, sin contar con el apoyo de un entorno cultural como el de su hermano, marginado del poder, se le desencadenó tempranamente la esquizofrenia que en su momento lo consideraban “demencia precoz”. Ludwig II también tuvo un desenlace trágico pero se considera que su estimulación basada en la cultura, rodeado de artistas, conciertos de música, bailes, planeando magníficos castillos con sus arquitectos, escultores y pintores, tuvo un entorno más favorable que contribuyó a que por un tiempo pasára desapercibida su enfermedad mental.

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Esto viene a colación ya que la Organización Mundial de la Salud dice que independientemente del país que fuere, si el entorno cultural y social están en paz, el promedio de pacientes esquizoféncios es reducido, como del 1% pero en las poblaciones donde hay emigrantes expulsados de su país, agredidos en sus viajes o traslados aunada a la mala recepción que se les da –ya sea en el país que los acoge o al regreso a su lugar de origen—, sin el apego familiar y carentes de un sustento económico, se disparan las cifras entre un 3% y 8% de esquizofrenia (1)  La mayor parte de los esquizofrénicos se encuentran entre los estratos más pobres, sufren para socializarse y como no generan recursos, se concentran en donde la vivienda es más barata y se vive con poco dinero. La degradación cultural, la pérdida de raíces, el desarraigarse de su familia, la pérdida de su hogarson factores que tienen un papel importante en el desmoronamiento disociativo.

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Estamos viendo consternados cómo expulsan inmigrantes (llamados ilegales) de escasa edad. Niños que son separados de sus padres y los regresan en calidad de animales, sin considerar que quedan a merced de factores altamente estresantes. También el número de niños y adolescentes que están emigrando no solo de centroamérica y México hacia los Estados Unidos, sino que ya hay grupos de inmigrantes provenientes de Haiti y África en el continente americano. Este fenómeno que también lo estamos viendo en Grecia, Turquía, Alemania y Francia, por solo mencionar algunos destinos, están generando un masivo incremento de padecimientos mentales, violencia y evidentemente, el incremento de esquizofrénicos.

El “Efecto Trump” que ha consistido en azuzar a un segmento de blancos depauperados (white trash=basura blanca) para que perciban a los inmigrantes como los enemigos, emulando a Batman-Robin contra el Pingüino o Superman vs. Luthor, está generando un incremento de violencia, agresiones en lugares públicos, exaltación de que deben regresar a sus lugares de origen, festinando la construcción de un posible muro, la promesa de expulsiones masivas, los campos de refugiados desmantelados en Francia, etc. Es un acto de abuso en el poder. El paralelismo al nacimiento del Nazismo, Franquismo, etc. es impresionante. Esto sin considerar que ya de por sí nuestro país ha estado sometido en los tres últimos sexenios de “cambios democráticos y reformas estructurales” a un devastador panorama de inmigración, crímenes colectivos, fosas comunes, trata de personas, desapariciones forzadas y vejaciones de una dimensión que todo apunta a que la esquizofrenia forma parte del coctel de una economía basada en el despojo, el reparto inequitativo de los ingresos, el desempleo y la promoción del odio como la mejor forma de elevar la superioridad de una nación.

La cultura es el bálsamo que permite a los individuos el gozar del conocimiento, de la belleza, de las raíces y tradiciones que nutren el espíritu (alma) humana. Perder el contacto con el terruño, marginarse en ghettos o en zonas de pobreza extrema, perder la identidad, desapegarse de las costumbres, desarraigar las emociones familiares y desgarrar al individuo en un camino sin posible destino es lo que estamos viviendo.

La cobardía de los gobiernos que exportan “jardineros”, las guerras contra los carteles por funcionarios batidos en alcohol y orines de conservadurismo, las buenas “vibras” de saqueadores que exaltan la lucha contra la corrupción sabiendo que son ellos los que destruyen a sus propios pueblos, es el resultado de una esquizofrenia colectiva, inducida por la pérdida fundamental de la cultura.

Si queremos salvarnos y salvar a nuestros conciudadanos debemos empezar por promover la lectura (leer, vamos, leer con doble e), motivar a que se escuche la música, visitar museos, enseñar a los otros a admirar la escultura, la pintura, arquitectura, ver buen cine…fomentar la armonía y no el odio ni la discriminación.

Erradicar el “Efecto Trump” con el amor a la cultura y respeto al que es diferente a uno.

 

 

(1) Sang, D.L., Ward C. “Acculturation in Australia and New Zealand”. En el The Cambridge Handbook of Acculturation Psychology, New York Cambridge University Press, 2006.

Jirafita

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Al cumplir cinco años, mi Abuelo me llevó a la mejor juguetería de la ciudad. Me ofreció comprarme el juguete que yo más quisiera, no importaba el precio. Acompañado de la dependiente, escogí una Jirafita. Era la más barata de la tienda. Mi abuelo, ciertamente molesto, insistió que escogiera otra cosa, e inclusive que llevara otro juguete además de la Jirafita. Después de recorrer la tienda interminablemente, me negué a comprar otro juguete. El abuelo a regañadientes pagó los cinco pesos que costaba.

Adoré a mi Jirafita.

Todos los días, antes de ir a la escuela, la dejaba amarrada a la pata de mi cama y al regresar, lo primero que hacia era correr hacia ella y desamarrarla. Platicaba con ella. Así transcurrieron cerca de dos años. El ritual era inamovible. Un día, llegué a mi recámara y ya no estaba mi Jirafita. Ni siquiera el lazo con la que la ataba. En medio del llanto inquirí a mi madre si sabía dónde estaba mi Jirafita. Ella, respondió en automático: “Puse en orden tu cuarto y tiré a la basura a la mugrienta Jirafa…¡ya estás grande para esos juguetes!”

A veces  se rompe el delgado lazo que nos une a lo que queremos. Quizás es señal de que hemos madurado, o quizás de que los apegos emocionales deben ser pasajeros. Pero lo que nunca se rompe es el recuerdo, la añoranza de la inmensa felicidad que nos dan hasta las cosas más sencillas, los afectos más sinceros, lo que uno recibe y da a cambio sin nada de por medio.

Al hurgar en nuestro baúl de recuerdos, siempre, invariablemente habremos de encontrar a nuestra Jirafita perdida.

 

 

 

Nov. 2016

Primitivo y el voto

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Aunque se llamen desconcertados o en estado de “shock” los opinadores de los medios de comunicación ante el triunfo electoral de Trump y las casas encuestadoras cada día confirmen que sus previsiones siempre se equivocan, el hecho es que al momento de “votar”, Primitivo siempre gana.

¿Quién es Primitivo?

Primitivo es la parte más rústica de nuestro cerebro (hipotálamo y amígdala), es el portero de todas los impulsos nerviosos que llegan al encéfalo. Es hiperactivo para bloquear la información, manipularla y retrasarla, por eso cuando llegan los mensajes con Racional, en muchas ocasiones es ya demasiado tarde.

Primitivo se aprovecha de los miedos, refleja los instintos reptilianos, abusa de la ignorancia e infunde los argumentos más irracionales que la mente pueda tener. La natural candidez de las personas es aprovechada por Primitivo cuando se trata de elegir. Por eso vemos las campañas de “miedo”, odio inducido y de lugares comunes para atrapar a los votantes que están acostumbrados a no usar su parte Racional del cerebro.

Imagínese a una pareja de edad media o avanzada, sentada frente al televisor por muchas horas, atragantándose de alimento chatarra y lo más probable el varón deglutiendo cervezas en dósis de “six pack”. El salón de estar oscuro, centellando los estímulos liumínicos de la pantalla gigante de plasma, el volúmen altisonante de los locutores y las transmisiones deportivas interminables. Evidentemente el sedentarismo consetudinario de la pareja se refleja en sus carnes desboradadas, lalanta encima de llanta, jadean por su repsiración entrecortada, se voltean a ver de pronto y se preguntan mutuamente: “¿Por quién vas a votar?”

El hombre contesta: “Yo por Trump (cámbienle el nombre pongan Calderón, Fox, Peña Nieto o el candidato más vivillo que ofreció mucha estabilidad y señalo al enemigo como peligroso), eso me garantiza que el país salga adelante”.- Ahí Primitivo ya lleva la delantera.

La mujer responde: “¿Te acuerdas que me encuestaron? Te confieso, mentí. A mi me da miedo que nos vayan a fichar y luego el que gane se vengue de nosotros, por eso dije que votaría por el candidato que apoye el gobierno… pero la verdad no sé por quién votar”—Aquí Primitivo ya metió el pie en la puerta, es cuestión de que el impulso de la mano de la mujer marque la casilla que el marido ha pregonado es buen candidato o que vacile y marque la casilla que le hace sentir que todo seguirá igual o mejor, es decir lo más conservador posible.

Primitivo ganó en la Alemania Nazi, en la España Franquista, en el Chile de Pinochet o la Argentina de Macri. Hoy Primitivo ganó en USA porque la experiencia de darle el voto a un “prietito en el arroz” o en este caso a una mujer es mucho más peligroso que dejar la ilusión reptiliana de convertir al país en un tanque que aplaste a la humanidad pero nos haga sentir otra vez que vivimos en “America the great”. A Racional todavía no le cae el veinte.

Si me preguntas por qué Primitivo arrebata y si no roba, hace trampa o entra por la puerta de atrás, solo puedo responderte que es el “miedo” que induce Primitivo lo que logra que la humanidad siga sin evolucionar. Y Racional espera prudentemente para evitar sentirse violento.

Los dos perros

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Doña Paulita era una mujer de avanzada edad que vivía en su humilde casa de adobes, casi en las orillas de Temixco, junto a los útimos sembradíos de arroz que aún quedaban en el Estado de Morelos. La pobreza y abandono del campo era visiblemente notorio y se reflejaba en su choza. Con grandes esfuerzos se esmeraba en mantener a su paloma de collar, sus dos perros así como las plantas y flores sembradas en botes de hojalata, –de esos que vienen con las conservas—y que le daban color al desolado panorama.

Con quienes platicaba, regañaba y gruñía todo el día era con sus dos perros. La perra era color ladrillo y el perro era una combinación extraña de blanco, negro y chocolate. Ella se esmeraba en prepararles su alimento diario. Con los pocos centavos con que contaba, lograba hacerles un caldo o estofado, combinado con arroz, verduras, fiambres de carne o pollo y de vez en cuando un hueso de res. Evitaba darle huesos de pollo ya que conocía que se astillaban y podían matarlos o al menos atragantarlos.

Por sus raíces nahuas, sabía bien que a los perros  debe uno procurarlos porque son los encargados de acompañarnos en el viaje al inframundo.  Era el tránsito obligado que ella ya veía cerca. El lazo emocional que tenía con los dos canes la hacía  sentirse acompañada como si tuviese familia.

Repartía el alimento en dos vasijas abolladas de peltre, con justicia les daba iguales proporciones a la perra y al perro. Los animales reconocían sus respectivas vasijas y nunca se aprovechaban del alimento del otro. A Doña Paulita le daba mucha curiosidad ver el comportamiento de las dos mascotas: La perra, meneaba el rabo en cuanto percibía el olor de que el cocimiento iba a ser servido en su platón, se ponía en dos patas dando brinquitos y con la lengua iba paladeándose lo que pronto habría de engullir con una voracidad inimaginable. No comía, tragaba el alimento a la velocidad en que apenas había sido servido. En cabio, el perro se sentaba diligentemente frente a su plato. Lo olía con una lentitud impresionante dándole tres vueltas completas. Luego, lentamente y mirando de reojo a la patrona se iba saboreando el alimento para finalmente pasarse horas con el hueso que ya completamente descarnado, lo roía con esmero desmedido.

Fue precisamente en el día anterior a las festividades de los santos difuntos cuando la anciana dejó de existir. Los vecinos en forma solidaria, se cooperaron para darle cristiana sepultura que por las festividades, lució decorada con las borlas de amarilo-naranja que caracterizan a la flor de cempasúchil. Resulta que los dos canes murieron de tristeza, hambre y en el abandono justo a los nueve días de la partida de Doña Paulita. Cuentan las tradiciones de la región que son nueve los días en que tarda el alma del difunto en encontrar su camino hacia el inframundo.

Será verdad o será mentira, pero Doña Paulita se reunió con sus dos animales y empezaron el camino por el tunel que conduce a una intensa luz blanca y con la sensación de paz y felicidad que ninguno de nosotros los que aún tenemos vida hemos sentido. Algunos que han experimentado estar al borde de la muerte y haber retornado de ése túnel dicen que el placer es tan infinito que no hay orgasmo más delicioso para disfrutarse.

Ya en ése plano etéreo, a los animales se les da el uso de la lengua que los humanos les comprendan. La oportunidad se le dio a Paulita para platicar con sus fieles canes ya difuntos. La curiosidad le mataba aún más de la muerte misma que ya padecía y les preguntó la razón por la que se comportaban de tan diferente manera cuando les servía el jugoso caldo.

Como siempre, la perra presurosa respondió: “Mi ama, yo apènas olía la comida que había ud. preparado, me ponía en dos patas agradeciendo la infinita bondad de darme el alimento de cada día y sabiendo que en estos tiempos la misería campeaba por el pueblo, lo tragaba todo velozmente no fuera a ser que alguien me quitara el bocado.”

Al inquirirle al perro su proceder, éste le respondió: “La verdad es que yo sabía que en la pobreza y miseria en que nos han sometido quienes gobiernan, estaba consciente de que yo que debía desconfiar del alimento, no fuese que tuviera veneno malintencionado para deshacerse de mí. Por eso, primero le daba dos vueltas. Después lo probaba con la punta de la lengua reconociendo que ud. –independientemente de su bondad–, con la edad había perdido el sazón y la gana de guisar, ofreciéndonos un tremendo revoltijo de insípida consistencia. Para terminar me ponía a roer el hueso con la esperanza de que llegase a ése hogar la misma fortuna con la que los políticos los recompensa la vida con estarse haciendo los tontos, peleando siempre por mantenerse en el poder y gozando de las bondades que –en su existencia—, reciben con sólo estar con un hueso.”

Los días muertos

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Un marcador antropológico de la evolución humana es el culto a los muertos (los rituales funerarios y el enterramiento ) que indicasi un grupo humano se ha constituido en sociedad avanzada.

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Eso nos permite ver que a medida que crecieron las civilizaciones y las grandes culturas, las tumbas y los ceremoniales fúnebres, los mitos del inframundo o de la travesía de «Caronte» o el Valle de los muertos en Egipto, etc.
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Es intersante ver que en todas loas sociedades, religiones oculturas, se destinan uno o más días del año a honrar y pensar en los muertos. Es una extraña cita que hemos construido para suspender nuestras actividades rutinarias y darnos cuenta de la fragilidad de nuestras vidas y la importancia de recordar con amor y respeto a quienes nos precedieron en el viaje cósmico de la eternidad.
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Fotos:
Memento mori de Ramón Marín (1984), La barca de Caronte (Anónimo S XIX), Bonzo de David Alfaro Siqueiros, Melancolía de Francisco Corzas y Diosa Fortuna y detalle de la Diosa Fortuna donde vemos a los esperanzados buscadores de fortuna. de Antonio Ramírez (1965)