Cuidaba mucho su apariencia personal y sus encantadoras dotes de conversador le facilitaban sus aviesas intenciones.
Salió a pasear como de costumbre.
Tenía en mente pasar un buen rato y satisfacer su permanente obsesión: Seducir.
Algunas dependientes de una perfumería le saludaban con admiración ya que sus dotes de seductor les facilitaba continuamente sus ventas.
Una de ellas se atrevió a nombrarlo por su apellido:
–Buenas tardes Sr. Olvido—, dijo con cierta timidez.
Las otras chicas suspiraron con deseo.
El galán sólo le dispensó una sonrisa provocadora.
Llegó a la cafetería que tenía una librería integrada. Era el sitio ideal para lograr una seducción elegante.
A pesar de su natural repulsión por los libros, fingió interés en recorrer estantes y mesas de exhibición.
Cauteloso, por momentos, tomaba algún volúmem y ojeándolo, miraba de reojo a la presa que ya había detectado.
Era una linda chica, jovial, que emanaba sencillez y cuyo aspecto delataba que se dedicaba a algún oficio de tipo intelectual.
Francamente, era uno de esos seres bellos por fuera y bello por dentro.
Como pura coincidencia, se encontraron frente a una mesa de novedades y el Sr. Olvido—ni corto ni perezoso—, la abordó con su seductora plática.
La invitó a que se sentaran a charlar mientras tomaban un café. La bella mujer, viendo que el galante ofrecimiento no la comprometía, aceptó.
La plática fue por demás interesante y a cada momento el cruel seductor progresaba en sus artes de “encantamiento”.
Realmente era un experto en seducir.
En determinado momento le dijo:
–…y a todo esto, ¿cómo te llamas?—
A lo que la delicada chica le respondió:
–Memoria.
–¿Memoria?—inquirió Olvido.
–¡Sí!–, Respondió convencida la mujer.
Una lasciva sonrisa se dibujó en el rostro de Olvido y sin más preámbulos le propuso que si podían dar un paseo por el parque.
Así fue como el cruel seductor de Olvido, con su tenacidad, logró poseer a la frágil Memoria.
Desde entonces, se ha emitido un constante comunicado de alerta a toda la población recomendando que procuren cultivar su memoria y evitar al pernicioso olvido que anda acosando por todas partes.
Nota: Se dice que los perfumes más finos tienen tres fases, a saber; cabeza cuando lo destapas, cuerpo cuando se caldea en la piel y memoria, cuando por su eficacia aromática nos deja algún recuerdo.
Lamentablemente nuestro cerebro no es perfume fino y corremos el riesgo de caer en manos del olvido.
Juan Okie 25-09-2016.